Si Pedrito acabó en Pedro, Purito tendría que rebautizarse como Puro o Purazo, quizá Montecristo, Cohiba o Rey del Mundo, que también hay una vitola con ese nombre. Purito se nos queda corto. Murito, así lo apodaron ayer en Twitter, se nos queda corto también. Purito no es un corredor explosivo, sino una explosión permanente. Líder de la Vuelta, segundo en el Giro, competidor sin medida. La tentación es negarle el diminutivo e incluso el sobrenombre, pero ahí radica parte de su encanto. Cualquier otro, llegado el éxito, renegaría de su apodo y reclamaría el estricto recitado de su nombre y apellidos. Purito, en cambio, se recuerda que es humano llamándose Purito.

La ausencia de complejos explica que nuestro protagonista no haga discriminación por razones de talento, fe o cilindrada. Purito ataca a todo el mundo. Ayer mismo, en el Mirador de Ézaro, aumentó la ventaja sobre sus ilustres perseguidores. Se apuntó la etapa, la mayor bonificación (12 segundos) y acaparó maillots en el podio: liderato, combinada y regularidad. El de la montaña lo conserva Valverde por sólo dos puntos.

La hazaña es considerable. Tal vez el rojo del jersey nos despiste y concedamos más importancia a quien gana una etapa vestido de amarillo o rosa. Pero se trata del mismo golpe de autoridad. Ya no podemos seguir hablando de un animador; Purito es un aspirante, aunque nos parezca demasiado simpático para ser verdad.

Si digo que el Mirador de Ézaro fue tan espectacular como se esperaba ya les estoy mintiendo un poco. Es el problema de las anuncios tan entusiastas: generan expectativas infinitas, imposibles de satisfacer. Tanto se proclamó la dureza de la subida que imaginamos a los ciclistas encordados para no despeñarse, alpinistas en bicicleta atacados por osos pardos. Y no hubo tanto drama. Ante la amenaza de acabar clavados, los equipos montaron desarrollos con los que hubieran podido trepar por el Annapurna.

Al margen de esa infinitesimal decepción de las mentes perversas, la carrera resultó excepcional. Los cuatro escapados (Astarloza, Moinard, De Weert y Meyer) vieron cómo su ventaja fue reducida a dentelladas en los últimos kilómetros. Tiraron Katusha, Movistar y, por último, Sky, que se apunta a un bombardeo.

Guerra. En cuanto se empinó Galicia, Antón demarró y dibujó un extraño movimiento porque Astarloza seguía por delante. Después fue el turno de Purito, al que sólo Contador y las motos pudieron dar respuesta. Detrás, tomates chafados. Hasta que tomaron forma humana: Valverde no estaba tan lejos y Froome, que llegó a estarlo, recuperó posiciones con su obstinación habitual.

A 300 metros de meta, Purito descolgó a Contador, que masculló mil venganzas y perdió ocho segundos. Valverde se dejó 13 y Froome 20. Distancias apreciables en la Vuelta a pellizcos, pero mínimas ante lo que se avecina.

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