Purito logró su primer triunfo en esta Vuelta y Horner, de 41 años, afrontará este sábado la etapa del Angliru con tres segundos sobre Nibali.

Purito no podía dejar las cosas así. Había sido protagonista en las tres últimas Vueltas (dos podios y seis etapas, incontables lideratos) y en esta edición jugaba un papel secundario, impropio de un ciclista de su categoría. La carrera perdía sin su competencia tanto como las entrevistas post etapa. Nadie más divertido a la hora de explicar un triunfo o un batacazo. La evidencia de que no hay emoción completa sin Purito (ni boda) ha hecho que la Vuelta acomode en los últimos años sus trazados, quizá de modo inconsciente, a la medida de Joaquim Rodríguez, la medida del espectáculo. Por eso algo hizo clic en el mundo cuando ganó ayer en el Naranco.

Habrá quien piense que su reacción llega demasiado tarde, pero va siendo hora de que nos liberemos de la clásica concepción del tiempo. Purito se reinventó a partir de los 30 y Horner lo está haciendo a partir de los 40. Los cincuentones de hoy tienen la buena salud de los treintañeros de hace tres décadas (ver Sharon Stone). Dicho de otro modo: siempre queda un tren por pasar, y dar la Vuelta por decidida a falta del Angliru es manejarse con excesiva prisa. En ese puerto, más que en ningún otro santuario ciclista, se congela el tiempo.

Los datos son indiscutibles. Contabilizadas cinco ascensiones al Angliru, la diferencia media entre el primero y el segundo es de 1:05. Entre el primero y el tercero de 1:29 y entre el primero y el quinto de 2:16. Ni siquiera el Zoncolan (con puntas del 23%) provoca heridas tan abiertas.

Si hoy se cumpliera esa media de diferencias, la Vuelta, con los cuatro primeros en el intervalo de dos minutos, podría dar un fabuloso vuelco. Cierto es que Horner parte como el mejor colocado. Ayer arañó seis segundos a Nibali y se vistió de líder con tres de ventaja sobre el italiano. Pero cabe preguntarse cómo se adaptará su grácil estilo de escalada, siempre de pie sobre los pedales, a un puerto que le obligará a subir sentado y tirar de riñones. En Valdepeñas de Jaén, en rampas que rozaban el 30%, Horner perdió 14 segundos con Valverde y Purito, y diez con Nibali. En apenas cien metros. Quizá sea una pista.

Quien peor lo tiene, a tenor de lo visto en los últimos días, es el Tiburón de Messina. Nibali pierde gas como los globos con cinco días. En el Naranco, sin porcentajes excesivos, se le volvió a notar medio desvencijado. Viejo, en cierto sentido. Como si sus 28 años se multiplicaran por dos tras haber ganado el Giro en mayo.

Fiable. Valverde, en cambio, no se aparta de su línea. Ayer se le adelantó Purito en el ataque y le quedó luego el trabajo de reducir distancias. Pero es constante como un reloj suizo (él lleva un Swatch) y no olvidemos que el ciclismo le debe un par de rondas (en sentido literal y metafórico).

Queda una batalla, falta el Angliru, hay previsión de lluvia y pocas fuerzas. Quien anticipe un resultado debería saber que las prisas son para los ladrones y los malos toreros.

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